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elecciones en Granada, el camarón que se duerme… y la corriente se lo lleva

Elecciones en Granada

Desde las distintas esferas que componen el universo político-económico-mediático se insiste hasta la náusea en la falacia de que “el pueblo siempre vota bien”. Esto, lisa y llanamente, no es cierto, y no lo es según diferentes perspectivas y ángulos. No se trata de lanzar diatriba alguna frente a los resultados del ejercicio democrático que suponen unos comicios, sino de comentar de soslayo una realidad a la que nos enfrentamos periódicamente y reflexionar acerca de las limitaciones y las oportunidades perdidas que sufre Granada.
Es muy simple, cualquiera al ser inquirido sobre si comete errores, salvo casos de narcisismo o soberbia recalcitrante, dirá que sí. Si planteamos la pregunta in extenso dirá que los ha cometido en muchos ámbitos, incluyendo el electoral de manera más que probable. Si el ejercicio colectivo de expresarse como sujeto político es la suma de las voluntades individuales, lo es igualmente en el sumatorio de los errores. Esto es trivial.
Entre las causas de las equivocaciones más frecuentes encontramos el tomar decisiones basadas en emociones en lugar de en hechos y datos, el no tener en cuenta todas las opciones disponibles y el decidir en función de lo que se desea en lugar de priorizar aquello que se necesita.
Es importante reflexionar sobre las propias determinaciones y sobre cómo y por qué se ha llegado a una conclusión equivocada, para aprender de los errores.
Hemos vivido unas elecciones atípicas en las que el foco ha quedado apartado de los problemas seculares que aquejan a nuestra provincia y de los que virtualmente no se ha hablado, centrándose el discurso en el monstruo del ruido político a cuyo engorde desproporcionado han contribuido unos medios en exceso polarizados, que han alimentado la visceralidad.
Esos mismos medios han mostrado por sistema un reduccionismo lacerante, en cuanto han apartado las propuestas de formaciones minoritarias hasta su completo ostracismo.
En este escenario ha quedado postergado lo que objetivamente necesita Granada, lo cotidiano, lo apremiante dentro de un maremágnum difuso de propuestas, y no propuestas, genéricas.
En otras palabras, Granada se ha dejado arrastrar otra vez por la corriente… e irá a donde la corriente la lleve. Y es que camarón que se duerme…

Juan Jiménez Alonso
JxG

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